
El cardo corredor (Eryngium campestre) también se prepara para desprenderse del suelo y, con ayuda del viento, rodar de un lado a otro repartiendo sus semillas. También el lagarto ocelado (Lacerta lepida) que se muevo por las escasas sombras, y los abejarucos (Merops apiaster) que buscan corrientes térmicas ascendentes que les hagan planear sobre los espartos (Stipa tenacissima) y lanzarso sobre algún insecto volador, parecen disfrutar durante la severa canícula. Mientras tanto, la vida sigue en este humedal, donde sus habitantes parecen esperar que las temperaturas se vuelvan más agradables y el preciado agua caiga del cielo.
1 comentario:
¡Qué poético!
Parece mentira que todos esos seres sean capaces de seguir activos con el calor que hace...
¡Bien por ellos!
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