La semana pasada estuve unos días en Venezuela... ¿el motivo? ... Había sido invitado a participar en la I Reunión Paleontológica Internacional sobre el Breal de Orocual para exponer cómo habíamos desarrollado nuestras actividades de divulgación acerca de las investigaciones que realizamos en los yacimientos paleontológicos de Somosaguas. Me lo pasé en grande, y una de las cosas que hice fue darme un paseito por los alrededores del centro de investigación que nos invitó (Centro de Ecología, IVIC).
El paseo sólo duró una hora y media pero me dió tiempo a ver unos pájaros de lo más curioso, y a algunos de ellos incluso logré hacerles alguna fotografía decente. Lástima que estuviese nublado porque los colores no se aprecian de la misma manera.
Bueno, empezando por la situación geográfica, el paseo tuvo lugar a unos 1500 metros de altitud sobre el nivel del mar, porque este centro de investigación se situa a unos cuantos kilómetros de Caracas, en las sierras que la rodean. La vegetación dominante es el bosque nublado de montaña... todo verde y plagado de epífitos.
La verdad es que el paseillo empezó de maravilla porque nada más salir empecé viendo uno de los pocos córvidos que hay en Venezuela, y el único que hay en esa zona del país... y todos sabéis que los cuervos y sus parientes son unos de los pájaros que más me gustan. En fín, en este caso se trataba de un grupo familiar de querrequerres (Cyanocorax yncas), una especie de arrendajo tropical que en Venezuela es típico de estos bosques de media y alta montaña. Y podéis ver lo bonito que era el bicho. Así que la mañana se prometía interesante.
Pude ver multitud de pajarillos de pequeño tamaño y movimientos nervisosos que no me dió tiempo a enfocar con la cámara ni casi con los prismáticos. Pero a mitad del camino me encontré con dos cosas que no me esperaba...
En primer lugar, estaba admirando el paisaje de laurisilva que se me presentaba frente a mis ojos y, de repente, se me cruza a menos de 20-30 metros una rapaz de tamaño algo mayor que un ratonero, oscura y se posa justo en el árbol que tengo a mi lado a una altura perfecta para verla a conciencia... por lo menos los 10 segundos que tardó en localizarme y largarse. Pero fue el tiempo suficiente para poder ver cómo desplegaba la cresta típica de tantas águilas selváticas. Una experiencia que espero no olvidar nunca. Por supuesto, no me dió tiempo a hacer foto, ni amago, ni nada... así que para que la veáis aquí os pongo una sacada de internet (cortesía de Kent Nickell). Por cierto, se trataba del águila tirana (Spizaetus tyrannus).
Con eso ya podía dar el día por terminado porque ¿quién pensaría que en poco más de una hora tendría la posibilidad de ver alguna rapaz en condiciones? Pues estaba bastante equivocado, resulta que a los pocos metros (despues de haberme recuperado de la impresión) me topé con la segunda sorpresa de la mañana. Era otro bicharraco que no me imaginaba iba a ver (aunque sí que me habían dicho que había bastantes por los alrededores). En este caso era un perezoso... que como su nombre bien indica no hizo ni el amago de moverse para que le pudiera sacar una foto algo más bonita que lo que podéis ver aquí al lado. Pero bueno... tampoco se puede pedir todo.
Ya despues de eso yo iba flotando en mi pequeña nube y pude ver más aves bonitas. Pero nada tan espectacular. Aunque sí que pude fotografiar a un pájaro que siempre le tendré especial cariño porque fue la primera especie de ave que vi en Sudamérica (dos días antes habíamos estado viendo el yacimiento motivo de la visita, que está en el campo y claro, el bosque seco se acerca hasta el borde y nos inunda con sus sonidos y sus animales). Se trata del cristofué (Pitangus sulfuratus), una especie de papamoscas grandón de la familia de los Tiránidos. Y la verdad es que se comportaba exáctamente como un atrapamoscas de los de acá, utilizando una percha para luego atrapar insectos al vuelo y regresar a su posadero.
Ese mismo primer día, junto a Orocual, también pude disfrutar (mientras supuestamente estaba evaluando la importancia de un yacimiento que con un sólo vistazo se ve que es excepcional) de un pájaro negro y curioso, el garrapatero curtidor (Crotophaga sulcirostris). Y me ha dado muchos quebraderos de cabeza para poder identificarlo en mi guía de aves de Venezuela (Hilty, Gwynne & Tudor) porque como son negros, todos sus congéneres no estaban ilustrados en las láminas a color sino en el interior del libro como dibujos a tinta negra (¡ya me creía que había encontrado una nueva cita para Venezuela Nororiental! jajaja).
Bueno, pues eso es todo lo que pude ver en los cuatro días de que dispuse para estar en Venezuela trabajando con un equipo de paleontólogos muy interesante. Como esperamos que esto se pueda repetir cada año, os iré contando más cosas a medida que vaya aprendiendo sobre la naturaleza venezolana.
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