martes, 19 de junio de 2012

EN ARANJUEZ HUELE A SIDRA



Parece mentira que nos encontremos a unos 450 m.s.n.m (metros sobre el nivel del mar, entiéndase) y en pleno centro peninsular. Aquí, en los Jardines y Sotos Históricos de Aranjuez, no sirven los conceptos de latitud, altitud ni de continentalidad.


Y si no lo creéis haced la prueba: viajad a Asturias y capturad un asturiano, vendadle los ojos, metedlo en el maletero de vuestro coche y regresad a Aranjuez. Dejadlo en medio del Jardín de la Isla o del Jardín del Príncipe y sentirá que aún sigue cerca de donde lo raptasteis.

Los mismos sonidos que cuando salía a pasear junto al arroyo de su pueblo: el explosivo chochín, el confiado petirrojo, el huidizo pinzón vulgar y el timorato zorzal común. Todos ellos cantan, reclaman, riñen y se reproducen en este lugar. Ahora toca subir al estrato arbóreo, sí, a esos mastodontes de más de doscientos años: plátanos de sombra, tilos, robles, liquidámbar, pacanas, pinos, almeces, fresnos y ahuehuetes, en su mayoría. Todos estos enormes árboles ofrecen cantidad de huecos, producidos por pudriciones, para que aves como las palomas zuritas, grajillas, cárabos y estorninos los aprovechen en su reproducción. También por varias especies de murciélagos forestales.

El incesante tamborileo de los picos picapinos también hará creer a nuestro secuestrado que sigue cerca de su casa: nada más lejos de la realidad. Este pájaro carpintero hace que los árboles más decrépitos sean oasis de vida. Los taladra en busca de alimente y para elaborar refugios y nidos. En estos refugios y nidos, cuando ya no los utiliza, también criarán aves como los carboneros y herrerillos comunes, estorninos, gorriones molineros y comunes. También serán aprovechados por murciélagos forestales, como los nóctulos.

Estos grandes árboles ofrecen al paseante y al resto de plantas unas condiciones de sombra que recuerdan a los tupidos hayedos del norte peninsular, seguramente también conocidos por nuestro secuestrado. Unas pequeñas nociones de selvicultura, en concreto de espesura, desaconsejan por completo reponer con árboles nuevos los huecos que estos mastodontes van dejando según van muriendo y cayendo, con gran peligro, por cierto. La red de acequias con la que se riegan estos jardines, por inundación, también recordará a nuestro asturiano los innumerables manantiales que surgen de los montes de su Asturias natal.

Llegado el momento, y también por sentido común, le quitaremos la venda de los ojos. A falta de queso de cabrales intentaremos alegrarle con queso de romero, y él, con cara de asombro, saldrá corriendo, llamará a la policía y nos denunciará por secuestro. Qué menos!

(Con todo el cariño del mundo para los asturianos, que tienen la suerte de disfrutar de maravillosos bosques y excelentes quesos, amén de ser una gente encantadora).